LA LECTURA


“De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo… Solo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”
Jorge Luis Borges.

lunes, 24 de febrero de 2014

Jesús Sánchez Adalid visita nuestra biblioteca

El miércoles 26 de febrero el escritor extremeño Jesús Sánchez Adalid impartirá una charla coloquio a nuestros alumnos de 4º de ESO y Bachillerato a partir de las 13 horas.
En la biblioteca contamos con varios ejemplares de la obra narrativa de este escritor.

                                                     Jesús Sánchez Adalid nació en Villabuena de la Serena,Badajoz en 1962.
Licenciado en Derecho por la Universidad de Extremadura, se doctoró en la Universidad Complutense de Madrid. Ejerció como juez durante dos años, estudiando al tiempo Filosofía y teología, y licenciándose en derecho Canónico por la Universidad Pontificia de Salamanca.Ordenado sacerdote, ejerce como párroco en un pueblo de Badajoz.Es colaborador habitual en Radio Nacional de España y en el diario Hoy y en las revistas National Geographic Historia, Vida nueva y Ciencia y Vida.Es autor de novelas históricas, de gran éxito, caracterizadas por su gran rigor en hechos y descripciones.En 2007 ganó el Premio Fernando Lara por su novela 'El alma de la ciudad' Premio Novela Histórica Alfonso X El Sabio, ganador edición 2012 con 'Alcazaba' En Extremadura ha sido distinguido con la Medalla de Extremadura y el premio Extremeños de Hoy.Es autor de novelas históricas,de gran éxito,caracterizadas por su gran rigor en hechos y descripciones.



De entre su obra os destacamos la novela El cautivo por desarrollarse parte de la misma en el pueblo vecino de Belvís de Monroy  y hacer referencia a su castillo medieval: 

" En el siglo XVI, el joven noble Luis María Monroy de Villalobos debe servir como paje en el castillo de Belvís a fin de hacerse caballero a la antigua usanza. Las circunstancias lo llevan a ponerse al servicio de Carlos V, lo que le brinda la oportunidad de integrarse en el tercio más prestigioso del emperador, el de don Álvaro de Sande, en Milán. Desde allí se embarca, con la armada de Felipe II, en una de las empresas guerreras más absurdas y catastróficas de la historia, el llamado “desastre de los Gelves”. El autor de "El mozárabe" se sirve de la apasionante vida de Monroy para retratar una época que va de un extremo a otro: del lirismo, la música, el amor cortés y unas novelas de caballerías prohibidas por la Inquisición, a las heridas abiertas por la Reconquista, la guerra, el cautiverio y la muerte."

A propósito de esta novela el escritor comentaba  en el Periódico de Extremadura:

"No me canso de leer en nuestro pasado. Con mucha frecuencia tengo que consultar documentos históricos para alimentar las tramas de mis novelas. El fondo del pasado es inagotable. Carlo Gordón, dramaturgo italiano del siglo XVIII, escribía: "El mundo es un bello libro, pero poco útil para quien no sabe leer en él". Efectivamente, qué triste es pasar por la vida sin fijarse en la cantidad de maravillas que pueden disfrutarse. El mundo, tan vasto, con la inmensidad de paisajes diferentes, gentes diversas, ciudades, pueblos, en la sorpresa de sus caminos, es una fuente inagotable de entretenimiento. Comprendo ahora el porqué de este éxito del llamado turismo de interior de nuestros días y el esfuerzo de la Junta de Extremadura por adecentar los monumentos y favorecer una infraestructura que promocione las maravillas de nuestra región, hasta en los lugares más recónditos.
Precisamente tenía yo que visitar un rincón extremeño para documentarme in situ sobre algunos personajes de mi próxima novela. Sumido en mis cavilaciones, una de estas mañanas de noviembre, de fina lluvia y cielos plomizos, me desplazo a Belvís de Monroy. Es un lugar que antes pudiera resultar apartado, por caer a trasmano yendo hacia Madrid, en las vertientes orientales de Miravete. Hoy, en cambio, la autovía Madrid-Lisboa facilita mucho el acceso como un mero desviarse hacia la derecha unos kilómetros en la dirección de la capital de España.
Me sorprendo al atravesar unos páramos donde pacen mansos rebaños aprovechando la tierna hierba del otoño. Hay vallas de piedras puestas unas sobre otras alternándose con las alambradas modernas; pero todo el paisaje no deja de estar impregnado de sabor medieval. Mi sorpresa aumenta al aproximarme a una recia fortaleza que se alza sobre un promontorio. Es un castillo muy hermoso, que se mantiene en pie, desafiante, con un buen conjunto de murallas, torres y almenas en buen estado. Lo bordeo y voy a encontrarme con un pueblo pequeño en el que abundan las antiguas construcciones. En la plaza hay silencio a esa hora de la mañana. Una enhiesta y orgullosa picota me recibe, pétrea, exhibiendo los blasones de los poderes señoriales de la villa. Me parece un conjunto casi perfecto: pueblo, castillo y montes; una visión muy auténtica.
Busco el ayuntamiento y me atienden unas encantadoras señoritas que trabajan como agentes de desarrollo rural. Enseguida me doy cuenta de que conocen perfectamente la historia de su pueblo hasta el último detalle. Hablamos un largo rato. Les pregunto. Me explican muchas cosas que yo no sabía. Me aportan datos, nombres, documentos. Estoy encantado. Además de ser amables y educadas, tienen ese estilo sencillo y esa categoría que aporta el buen talante a quien presta un servicio público.
Se prestan a acompañarme a ver los monumentos. Ante mis ojos parecen cobrar vida los personajes de mi novela: los señores de Belvís, los Monroy, las antiguas contiendas medievales, los asaltos, los asedios, los siglos de rencillas, e incluso el abandono, el olvido...
Me sorprende cómo en un lugar ciertamente algo desconocido se dan cita una de serie de coincidencias llenas de interés: el paso por aquí de San Pedro de Alcántara en su mocedad como novicio de los franciscanos; la presencia del entrañable convento desde donde parten los llamadosDoce Apóstoles de Belvís , frailes entregados a la evangelización de América como primicia de la gran obra del Nuevo Mundo; la presencia en el castillo del conde de Oropesa, don Fernán Alvarez de Toledo, camarero y hombre de confianza de Carlos V, el cual se hospedó en su palacio-fortaleza de Jarandilla antes de ir a recluirse a Yuste; el recuerdo de El Bezudo, pendenciero señor de Belvís, el gigante, don Francisco de Monroy, su hija Beatriz, que casó con el mencionado conde de Oropesa... En fin, una saga de personajes cuyas interesantes vidas no se agotan.

Dénse una vuelta por Belvís de Monroy, hagan turismo de interior en nuestra Extremadura cuyo otoño es tan peculiar, y lean en el mágico libro del pasado."
16/11/2003

1 comentario:

  1. Todos tenemos ganas de que un escritor tan importante como Jesús Sanchez Adalid venga a nuestro instituto.

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